Un águila que había descendido de su nido en lo alto de la montaña buscando alimento, se encontró a una oveja muy peculiar. Apenas quedaba lana en su cuerpo casi desnudo, pero en su rostro había un inexplicable gesto de vanidad y superioridad. Asombrada por tan incomprensible escena, el águila se acercó a preguntarle.
-Buena te han dejado los hombres, hermana oveja. Te han usado a gusto y bien...lo que no puedo entender es de qué te vanaglorias.
-Todos los hombres me desean. Se mueren por mi lana, me buscan, se desviven por que esté quieta y tranquila mientras me esquilan haciéndome todo tipo de caricias y halagos...¿cómo no voy a estar orgullosa siendo tan valiosa, especial y deseada?
El águila se echó a reir y le dijo:
-Te desean y valoran igual que yo deseo y valoro a las liebres que devoro. Pobre infeliz...en primer lugar no eres especial. El patán que te esquila esquilaría exactamente igual, con la misma ambición, deseo y malicia a cualquiera de tu especie...porque la lana que quiere, cualquier oveja puede dársela. En segundo lugar, tú no les importas un carajo...mira el caso que te hacen en cuanto no te queda lana. Hasta que no vuelve a hacerles falta y tú puedes proporcionársela de nuevo, les eres indiferente, y si a veces fingen con desgana algún buen gesto es porque temen que puedas enfurruñarte y huir de ellos cuando vayan a esquilarte. Para ellos no eres más que una cosa, un objeto al que utilizar para satisfacerse, un objeto sustituible por cualquier otro de su misma especie...y que seas tan estúpida como para jactarte de ser una vulgar fábrica de lana, como tantos millones que hay en la tierra, que consideres un mérito que cualquier pueblerino emplee tu cuerpo, un objeto más de tantos, para beneficiarse...al menos mis liebres saben lo que son y a lo que van.
-Te valorarán más a ti, siempre arisca y aislada en tu montaña.
.Cometes dos grandes errores. Primero, guiarte por el juicio de los demás. Tú eres dueña y juez suprema de tu vida. En tu fidelidad a ti misma encontrarás la paz y la felicidad. Mientras no hagas lo que sientes, sino lo que hacen otros, mientras no juzgues la bondad de tus actos por cómo los acoge tu corazón, y sigas guiándote por lo que opina sobre ti una masa compuesta por múltiples idiotas y algunos hombres juiciosos, pero que pese a su sabiduría ni son tú ni saben como tú lo que te llena (no te digo que no oigas sus consejos, pero sólo debes seguirlos si tu alma los acepta)...serás desgraciada y esclava. Y además, ese temor a la soledad te condenará a la soledad más terrible. Porque estarás rodeada de quienes aceptan al ser que finges ser pero te rechazan a ti como realmente eres, y aquellas personas que te amarían y apoyarían si conocieran tu rostro sin máscara, aquellas con las que verdaderamente podrías ser feliz... se alejarán de tu lado.
Tu segundo error es no saber distinguir entre lo que es valorar a alguien y querer aprovecharse de él. Hay dos tipos de hombres, los idiotas e insensibles y los que pueden ver más allá de sus narices. Ninguno de los dos te valorará por tu lana, aunque a los segundos les dará pena aprovecharse de ti. Para ambos, tu lana es algo que les da un placer físico que pueden hallar en cualquier oveja. Para ambos, por consiguiente, eres una oveja más, y cualquier hermana tuya les vale lo mismo que tú. La diferencia está en que los segundos sí son capaces de valorar a un ser...pero obviamente nunca lo harán por algo tan superficial, sino por lo que ese ser guarda en su interior... por lo que lo hace único. Recuerda esto antes de que la muñeca termine por romperse.